domingo, 24 de junio de 2018



DON SISTO

Ana María Caillet Bois - Córdoba Capital

Esta noche no voy a dormir, yo me conozco. La ansiedad me da vueltas alrededor como cuando voy a la calesita.
Tengo cinco años y mañana comienzo primer grado; cuelga un blanco delantal que me asusta, los moños para el cabello, todo preparado.
Me levanto del almuerzo sin probar bocado, a las trece horas deberé estar en la escuela.
Nos sientan a mi hermana gemela y a mí en  sillas diferentes y mi hermana mayor y mi mamá nos peinan, nos ponen el delantal, los zapatos nuevos y un portafolio más grande que nosotras,
Mamá y su mejor amiga y vecina nos llevan de la mano.
Mis ojos asombrados van cada vez más abiertos, siento una mezcla de alegría, curiosidad y un poco de miedo.
En el portón,  que da al  patio de la escuela, la primera sorpresa. Hay un señor sentado en el suelo y todos los chicos alrededor de él. Tiene un gran canasto con facturas  cubierto con una servilleta amplia y blanca.
Yo veo todos los chicos mayores con monedas en la mano y mamá pone en las mías la misma cantidad y me dice que elija lo que voy a comer en el recreo.
Una sonrisa enorme, la del señor que tiene los ojos distintos.  Mira siempre para arriba, me explican que es ciego, que no puede verme pero que siente que estoy ahí.
--A vos, Chiquita, cuál te gusta, la de crema pastelera --
¿Don Sisto tiene los ojos en la sonrisa? Le pregunto a mamá, sino cómo sabe cuál es la que me gusta.
Ana María Caillet Bois