La gota
ANA MARIA CAILLET BOIS
El
aire dormido en el jardín espera…
De
pronto se despierta en un callado silencio.
Cae
con fuerza, las calles de tierra se vuelven lodo.
Salgo
a chapotear bajo la lluvia, siento el barro pegado a mis zapatos recién lustrados.
Necesito
llenarme de gotas: gordas, grandes, de seda, pero, una gotita chiquita ,
traviesa, cae por mi flequillo y se posa en mi nariz, me hace cosquillas. De un
solo salto certero se instala en mi boca.
Trato
de no hablar, no quiero que se muera, pero el temblor de mis labios cuando me
besa me
llena
de una algarabía gozosa.
Recorre mi cuerpo con pereza y cae
transparente, distinta.
La
sigo, llega a la esquina , dobla a la derecha,
corre hacia el jardín y salta mansamente entre las rosas.
Me alejo,
siento un cosquilleo de miedo, la pequeña gota me sigue, trepa a mis zapatos
recién lustrados, recorre mi cuerpo, besa mis labios, se posa en mi nariz y se
esconde en mi flequillo. Lo usa de trampolín y se va nadando por las calles de
mi pueblo.